Abrazo agridulce
La reunión de 'Iván Márquez' con el presidente Hugo Chávez fue agridulce. Muy agria porque les da oxígeno político a las Farc, y un poco dulce porque devuelve las esperanzas sobre el intercambio humanitario.
Ríos de tinta se han escrito sobre la contradictoria e impredecible realidad nacional. Pero poco tan sorprendente como lo que ha venido pasando con las Farc en los últimos meses. La foto del afectuoso abrazo de un jefe de las Farc con el presidente Hugo Chávez en las escalinatas del Palacio de Miraflores cuando aún está fresco el trauma que vivió la sociedad con el vil asesinato de los 11 diputados no deja de aterrar en Colombia. En la reunión, en la que por primera vez en la historia un Presidente extranjero se reúne con las Farc, estuvieron Chávez, el guerrillero 'Iván Márquez' y la senadora Piedad Córdoba.
De la reunión se sabe que fue tranquila y que también asistieron Rodrigo Granda y dos miembros de las Farc que hicieron parte de las comisiones relatoras del Caguán, y que harán de mensajeros entre el Presidente venezolano y el resto del Secretariado de las Farc. A pesar de que sigue habiendo discreción y hermetismo en torno a los avances, esa tarde se supieron por lo menos tres cosas importantes. Primero, que las Farc enviarán pruebas de supervivencia de los secuestrados. Segundo, que el próximo paso debería ser una reunión entre el jefe máximo de las Farc, 'Manuel Marulanda', y el presidente Chávez, en las selvas colombianas. Y tercero, que el Presidente de Venezuela le pidió a la guerrilla un gesto de buena voluntad para ese encuentro que podría ser la liberación de Clara Rojas y su hijo Emmanuel, la liberación de las mujeres, o de los enfermos.
El encuentro del jueves es un hecho histórico. Y puede ser el primer paso real hacia el intercambio humanitario. Aun así, la noticia no despertó la ilusión que se esperaba. Los colombianos, que han visto agotar todos los caminos posibles para que regresen los secuestrados, parecen escépticos hasta con este, el paso más importante que se ha dado.
La incredulidad de la opinión pública es el resultado de una larga experiencia que ha vivido el país en la que más que un interés humanitario genuino -para secuestrados injustamente confinados desde hace cinco y hasta 10 años en la selva-, lo que se juega es un calculado ajedrez político donde cada una de las partes se mueven de acuerdo con sus propios intereses.
Es así como surge una serie de interrogantes que enfrentan la dimensión humanitaria de la tragedia al muñequeo político. ¿Se convertirá la reunión entre 'Marulanda' y Chávez en un nuevo pulso que obstaculice el intercambio? ¿Tienen las Farc una estrategia definida de oxigenación política aprovechando esta jugosa coyuntura? ¿Convertirá Chávez su mediación humanitaria en una cortina de humo para desviar la atención sobre su perpetuación en el poder? ¿Tiene el gobierno colombiano el control real de la situación? ¿Hasta dónde cederá el presidente Álvaro Uribe?
Para empezar, las Farc entran ganando un oxígeno inesperado. Hasta hace pocas semanas el país todavía no se levantaba del golpe que significó el asesinato de los 11 diputados del Valle. Con este crimen la guerrilla no sólo ratificó su frialdad frente al drama humano de las familias, sino lo aislada que está de la sociedad colombiana que salió masivamente a repudiar estos asesinatos. Es así como del ostracismo político en Colombia en la era posterior al Caguán, a la condena internacional como grupos terroristas después del 11 de septiembre y a las recientes marchas de rabia con pañuelos blancos, se pasó en pocas semanas a que congresistas de Estados Unidos viajen a Caracas buscando sensibilizar a las Farc, a que el gobierno de Francia envíe un emisario para seguir de cerca las gestiones del presidente Chávez, y a que en Venezuela haya todo un despliegue en función de garantizar la visita de los guerrilleros.
Chávez quiere llevarle al presidente Sarkozy pruebas de supervivencia de Íngrid Betancourt el 20 de noviembre, cuando ambos mandatarios se encontrarán en Francia. No es descartable que los guerrilleros las entreguen a cambio de que Sarkozy promueva que las Farc sean excluidas de la lista del grupo terroristas de la Unión Europea. Y quién sabe qué más tajada política le podrían sacar a Sarkozy, el nuevo líder del Viejo Continente, si liberan a Íngrid Betancourt. Así no sólo recuperarían movilidad en Europa, que es su más importante retaguardia diplomática, sino que volverían a lavar su rostro frente al mundo, que los volvería a considerar como rebeldes levantados en armas contra un régimen, y no como un grupo terrorista dedicado en buena parte al narcotráfico y el secuestro.
A pesar de que el gobierno colombiano hizo mucho cabildeo para lograr que se incluyera tanto a las Farc como al ELN en estas listas, que vuelvan a salir de ellas es un asunto político que también se resuelve con cabildeo. Y en el fondo, que las guerrillas sean calificadas o no de terroristas no afecta sustancialmente las posibilidades de que se hagan acuerdos con ellas. Menos aun un acuerdo humanitario que, se sobreentiende, se hace en medio de la guerra.
Es previsible que las Farc también aspiren a conseguir el reconocimiento como fuerza beligerante con los gobiernos de Europa. Una aspiración de muchas guerrillas en los años 80, pero anacrónica hoy día. Especialmente porque Colombia es un país considerado democrático en la comunidad de las naciones, y porque las Farc tienen menos control territorial que nunca.
Que las Farc busquen oxigenarse políticamente es apenas lógico. Lo que enredaría realmente las posibilidades del intercambio es que intenten ganar ventaja militar cuando apenas se están dando los primeros pasos. Ya 'Iván Márquez' dijo el jueves pasado que la reunión de Chávez y 'Tirofijo' se debía hacer en los llanos del Yarí, donde está el corazón de la ofensiva del Plan Patriota. Lo que, según muchos observadores, implicaría una nueva solicitud de despeje, y un nuevo círculo vicioso de solicitudes imposibles y negativas tajantes. El jueves pasado quedó claro que la presión de las Fuerzas Armadas es tan fuerte en esta región, que el 'Mono Jojoy' no pudo llegar al Palacio de Miraflores, como estaba previsto. Por eso habría estado sólo 'Márquez' que, según la inteligencia colombiana, hace muchos años se refugia en el país vecino de manera clandestina.
También hay que leer entre líneas algunas de las frases que dijo 'Márquez' el jueves ante los periodistas. Dijo que serían 47 ó 50 los secuestrados que harían parte de un canje, y 500 guerrilleros. Lo primero quiere decir que los tres norteamericanos podrían hacer parte o no del intercambio. ¿Aspiran ellos a una negociación independiente con Estados Unidos? Esta es una posibilidad bastante improbable. Igualmente, hablar de una cifra de guerrilleros 10 veces mayor a la de los secuestrados hace que el partidor de la negociación sea absurdo.
Peor aun resultarían las cosas si, como teme el gobierno, las Farc usan este nuevo escenario para dilatar y liberar los secuestrados a cuentagotas mientras buscan menguar el impacto de las operaciones militares y su aislamiento político.
El otro que tiene una oportunidad de oro es el presidente Chávez. Si bien la reunión de esta semana no le sirve para distensionar la situación de Venezuela, pues el intercambio es un tema totalmente marginal en la agenda de su país, en el concierto internacional le viene como anillo al dedo en un momento en el que los ojos del mundo miran con preocupación las reformas que buscan atornillarlo a la silla presidencial eternamente, y dar pasos hacia un socialismo que si bien puede tener mucho de redistribución de la riqueza, desdeña el liberalismo económico y coarta el político.
Es previsible que Chávez se mantenga en el libreto que acuerde con Uribe, pues ese es justamente el camino que necesita para ganar legitimidad internacional. Con la reunión del jueves, Chávez puso las apuestas muy alto. Recibir a 'Márquez' en Miraflores es simbólicamente un gesto de gran confianza. Así como los abrazos y las palabras fraternas que le expresó. Si las Farc empiezan a dilatar el proceso, se quedaría, como Andrés Pastrana, junto a una silla vacía.
El problema es que a Chávez le interesa obtener resultados expeditos o, de lo contrario, tendría que abandonar sus gestiones. Y es ahí donde posiblemente su afán y el de Uribe divergen.
Aunque en la Casa de Nariño nieguen en coro que la situación del intercambio se le salió de las manos al gobierno, tampoco se puede ocultar el nerviosismo que produce en el alto gobierno ver a 'Iván Márquez' paseándose por Caracas como cualquier paisano. Con pruebas de supervivencia en París y Washington, el tema se internacionaliza aun más, y el gobierno se ve ante más presión y con menos margen de maniobra.
De igual manera, la reunión entre Chávez y 'Marulanda' es un 'chicharrón' por donde se le mire. Ya 'Iván Márquez' insinuó en la rueda de prensa que el encuentro sería de 'comandante' (Chávez) a 'comandante' ('Marulanda'). Una simetría que nunca en la historia las Farc han logrado. Adicionalmente, al gobierno colombiano le queda imposible, por razones de soberanía y manejo de asuntos internos, autorizar un encuentro entre Chávez y 'Tirofijo' en Colombia. Se deben ingeniar otras fórmulas.
Por fuera de todo este ajedrez, como siempre, están los familiares de los secuestrados, que se aferraban cada vez a esa última esperanza que parece ser el presidente Hugo Chávez. Esperanza que renació con el encuentro en el Palacio de Miraflores y que queda en suspenso, por lo menos hasta el 20 de noviembre, cuando se sepa si hay pruebas de supervivencia de Íngrid Betancourt y los demás secuestrados, si habrá gesto de buena voluntad y si realmente este es el primer paso hacia un intercambio que a veces parece no tener fin.
martes, 13 de noviembre de 2007
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