La aspiración de Germán Vargas Lleras a la Presidencia ha dividido a su partido entre quienes apoyan la reelección de Uribe y quienes lo respaldan a él.
César Paredes, periodista de Semana.com
En los últimos días Cambio Radical ha sido centro de un agitado debate debido a su distanciamiento del uribismo. Esta colectividad fue fiel al gobierno hasta el año pasado cuando se discutió en la Comisión Primera del Senado el proyecto de Reforma Política y Germán Vargas Lleras, jefe del partido, dio la orden desde el exterior (donde estaba estudiando) de votarla favorablemente mientras el gobierno hacía lo posible por hundirla.
El proyecto incluía la sanción de la pérdida de la curul a los partidos cuyos miembros estuvieran implicados en el escándalo de la parapolítica. Así las mayorías del gobierno quedarían diezmadas. Ante la presión del Ejecutivo, sin embargo, la iniciativa sucumbió.
Pero fue otro proyecto de ley el que terminó por romper el cordón que unía a este partido con el gobierno: el de referendo para la reelección presidencial. Desde el principio Cambio Radical advirtió que votaría a favor del texto que pregunta a la ciudadanía si está de acuerdo con el hecho de que un Presidente, “que haya ejercido” dos períodos constitucionales, pueda ser elegido para otro período. Con esta decisión sumada a la renuncia de Vargas Lleras al Senado, quedó en evidencia su aspiración presidencial.
El texto de la pregunta dio paso a una interpretación polémica: de ser aprobado, Uribe solo podría aspirar a una reelección después de terminar su mandato cabalmente, es decir, en 2014. De esta manera, Cambio Radical buscó salvar su imagen frente al gobierno apoyándose en esta interpretación: no se opuso férreamente a la reelección, lo cual podría acarrearle un alto costo político, y defendió la necesidad de un respiro en la democracia.
Pero en el segundo debate en la Plenaria de la Cámara quedó demostrado que la colectividad tenía la orden de hundir el proyecto con la dilación de su debate alentada por el presidente de la Cámara, Germán Varón Cotrino, quien también pertenece a la organización. No obstante, varios representantes mostraron fidelidad al gobierno en contravía de la dirección del partido.
A comienzo de este año, Vargas Lleras calificó como retaliación del gobierno contra su partido, la renuncia presionada de varios funcionarios que eran cuotas burocráticas de la colectividad. También acusó al gobierno de querer dividir a Cambio Radical. El aspirante presidencial comparó a algunos congresistas que se ampararon en Uribe con Teodolindo Avendaño, quien está acusado de haber recibido favores a cambio de ayudar a la aprobación de la primera reelección de Uribe.
El representante a la Cámara, Roy Barreras, quien ha sido uno de los mayores contradictores de Vargas Lleras dentro de su colectividad, ha respondido acusándolo de deslealtad con el gobierno. Y contrario a lo que dicen los seguidores de Vargas Lleras, ha afirmado que la mayoría apoya al gobierno y si esta tuviera que decidir entre Uribe y el dirigente de Cambio Radical, optaría por el Presidente.
Esta serie de hechos amenazan con fracturar la unidad partidista. El tema de fondo, sin embargo, es si lo que le pasa realmente a Cambio Radical es que nunca se consolidó realmente como un partido, sino fue más un caudillo que consiguió unir tras de sí todo tipo de intereses e ideologías diversas.
Algo similar a lo que sucedió en el Partido de la U, según dice el analista político Fernando Giraldo, porque “después de la reforma de 2003, que redujo el número de partidos, muchos líderes políticos que compartían el uribismo, se refugiaron en ese partido”.
Este hecho permitió el ingreso de políticos de distintas corrientes, lo cual impide una identificación ideológica clara del partido.
La segunda razón, que según Giraldo explica las fracturas del Cambio Radical es que “miembros de la colectividad se han sentido agraviados con el talante del actual director de la organización y en medio de la crisis le están pasando la cuenta de cobro”.
Y la tercera es que “el gobierno ha encontrado en Cambio Radical un obstáculo para su propósito de promover una candidatura única que surja del uribismo para las próximas elecciones e intenta minar su disciplina para sacarlo del juego”.
Vargas Lleras fue uno de los primeros que sin esperar a que Uribe se decidiera si iba o no a aspirar a otro período presidencial, comenzó a hacer campaña. Para muchos él es quien más se parece al Primer Mandatario y quien reproduciría fielmente su política.
A pesar de su gran clientela política con presencia en todo el país, no se sería fácil competir por la Presidencia enfrentado al uribismo, si éste logra ponerse de acuerdo en un candidato único.
Lo que debe ser un partido
La semana pasada la senadora del Partido de la U, Martha Lucía Ramírez expresó su preocupación porque el debate de los partidos uribistas en los últimos días se ha centrado en la posibilidad de una nueva reelección del Presidente y ha dejado de lado temas trascendentales como la crisis financiera, la educación y el desempleo, entre otros.
Cambio Radical no escapa a esta crítica. La última reunión entre los senadores del partido giró en torno a la discusión de si iban o no a apoyar el referendo reeleccionista y según el mismo Roy Barreras el partido llevaba más de un año sin reunirse.
Este partido no ha logrado cohesionar a sus militantes alrededor de un interés o unos ideales, sino que al igual que la U, gira alrededor de un caudillo. Esto pone al partido en una permanente debilidad, pues depende de los amores y desamores del líder, quién siga fiel y quién no.
En entrevista con Semana.com la senadora Ramírez afirmó que Cambio Radical al igual que a los demás partidos necesitan fortalecerse, “ideológica y programáticamente. Un partido debe ser un conjunto de personas comprometidos con una visión del país”, dijo la senadora.
En una democracia, los partidos deben ser canales que faciliten el acceso ciudadano al Estado y canalicen la lucha política por el poder. Y como dijo Giraldo, “Cuando se debilitan, son suplantados por otros poderes”.
Lea el artículo Ni tan cambio, ni tan radical
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