lunes, 5 de enero de 2009

Jaque a las Farc

Nunca les había ido tan mal a las Farc. ¿Puede empeorar su situación el año próximo?


Este año se resquebrajó el mito de que las Farc eran inderrotables en el campo de batalla. Por primera vez en 40 años de conflicto, el Secretariado recibió golpes mortales; se demostró que hay problemas graves de comando, control y lealtad dentro de sus filas; recibieron una bofetada histórica de los militares con la Operación 'Jaque'; les salieron mal todos sus cálculos políticos con el tema de los secuestrados, y como si fuera poco, esta vez sí murió 'Tirofijo'.

La pregunta que todo el mundo se hace es si el garrote que han recibido las Farc, y las hazañas de los militares son episodios coyunturales o si, por el contrario, marcan una tendencia estratégica y, por lo tanto, un cambio de equilibrio en la confrontación.

Ni el gobierno, ni los académicos, ni los gringos, ni el mismo Secretariado tienen claro qué tan disminuidas están realmente las Farc militarmente. Es evidente que hay un repliegue y que están actuando a la defensiva. Pero en una guerra de largo plazo esto no significa la derrota. Sin embargo, lo que sí reconocen incluso los sectores afectos a la insurgencia, es que la batalla que claramente perdió la guerrilla es la de la mente de los colombianos. La más contundente demostración de su aislamiento político fue la marcha del 4 de febrero, alentada por el gobierno, en la que salieron a protestar contra el secuestro 10 millones de personas.

Las Farc perdieron la iniciativa en la guerra, pero pensaban que podían subsanar esta retirada recuperando la iniciativa política con la propuesta de un intercambio humanitario. Este año empezó con las Farc mojando prensa, y convencidos de que tenían el manejo de una agenda de largo plazo, empujada por el entusiasmo del presidente venezolano Hugo Chávez. El cálculo de las Farc era construir un escenario internacional que pusiera contra las cuerdas al presidente Álvaro Uribe, y montar una plataforma de negociación que le diera a la guerrilla el ansiado oxígeno político. Pero nadie hubiese pronosticado que todo le saliera tan mal a la insurgencia. Aunque a instancias de Chávez y Piedad Córdoba se logró la liberación de siete rehenes, estas mismas entregas dejaron al desnudo las debilidades de comunicación interna dentro de las Farc y, lo que es peor, los graves problemas de comando y control. Primero fue el episodio de Emmanuel, hijo de Clara Rojas, nacido en cautivero, al que prometieron liberar sin darse cuenta de que no lo tenían. En marzo vino el ataque contra 'Raúl Reyes' en territorio ecuatoriano, que no sólo fue trascendente por tratarse del primer miembro del Secretariado en caer bajo el fuego de las balas oficiales, sino porque con su muerte quedó en vilo gran parte del trabajo internacional de las Farc, un área considerada retaguardia estratégica en lo militar, por las fronteras, y vanguardia en lo político. El gobierno obtuvo en este bombardeo una poderosa arma de información y propaganda: el computador de 'Reyes', que neutralizó muchos de los apoyos que tenían los guerrilleros en el exterior. En ese marzo negro murió un segundo miembro del Secretariado, asesinado por su propio escolta, en un acto sangriento que revela el resquebrajamiento moral en sectores de ese grupo; y como si fuera poco, moriría de viejo, y no en combate, el legendario líder guerrillero 'Tirofijo'. A los problemas de reconstituir una dirección se le sumó el golpe de mano que significó la Operación 'Jaque', en la que las Farc, engañadas por los militares, perdieron a 15 secuestrados, incluidos Íngrid Betancourt y tres estadounidenses. Perdieron el botín más importante para un posible intercambio.

Sin la bandera del canje, la guerrilla quedó reducida en el campo político a un intercambio de cartas con intelectuales. Lo cual no deja de ser paradójico en una guerrilla que siempre ha despreciado a quien no hable con el lenguaje de las armas. En el campo militar, según el observatorio de la Corporación Nuevo Arco Iris, las Farc incrementaron de manera aritmética los campos minados y los francotiradores. Métodos letales para la Fuerza Plública, pero que no representan para la guerrilla ninguna ventaja militar significativa.

No obstante, el momento actual es muy delicado. Los militares han probado las mieles del éxito y la guerrilla por primera vez está mordiendo el polvo. El gobierno no puede emborracharse de triunfo cuando justamente es necesario imaginarse cómo será el final de la partida. Quienes creen que el esfuerzo militar se puede sostener eternamente, y que la agonía de las Farc será paulatina, quizá se lleven una decepción. La crisis económica hace insostenible el ritmo de gasto militar que ha habido hasta ahora y, en términos realistas, no es factible aniquilar la guerrilla ni llevarla a la completa irrelevancia. Y aunque la palabra negociación a muchos sectores les suena a claudicación, más que su proscripción lo que se necesita es que se reinvente. En Colombia ya no será posible un escenario de diálogo tipo Caguán -especialmente porque no hay un clima de opinión favorable a él-, pero tampoco es realista pensar que las Farc harán una desmovilización como la de los paramilitares, ni mucho menos una rendición. Sin duda, el tema del diálogo y de cómo ponerle el fin a la guerra, en la que el Estado ya tiene una clara y seguramente irreversible ventaja, será el centro del debate el año próximo, cuando empieza en firme la campaña presidencial. La manida frase de que hay que reelegir la seguridad democrática no le da respuesta al gran interrogante que deja planteado 2008: ...y después de debilitar a las Farc, ¿qué sigue?



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