miércoles, 23 de mayo de 2007

Buenaventura, zona de muerte

Buenaventura, zona de muerte
SIMON ROMERO . THE NEW YORK TIMES
El Universal Miércoles 23 de mayo de 2007

Narcotraficantes, rebeldes y paramilitares han convertido este puerto del Pacífico en el centro urbano más violento en la historia de Colombia

BUENAVENTURA, Colombia.- Los visitantes que llegan a esta ciudad pueden ser perdonados por pensar que ningún lugar es seguro. A menudo se escucha el eco de disparos en el puerto, que es el más importante en la costa del Pacífico. Conforme las ciudades más grandes se han calmado, Buenaventura ha emergido como el centro urbano más mortífero en la larga guerra interna en Colombia.

Los soldados registran casi cada auto en los puntos de vigilancia ubicados sobre el serpenteante camino que proviene de Cali. Las guerrillas recientemente dispararon proyectiles de mortero contra los cuarteles de la policía. El majestuoso Hotel Estación, una gema del neoclásico construida en 1928, adonde los ejecutivos acuden a acordar los detalles para la importación de autos o exportación de café, es vigilado por docenas de soldados.

"Es como si tuviéramos un pequeño Haití dentro de Colombia", dijo el teniente Nikolai Viviesca, un oficial de la policía. "Se siente como si fuera otro país".

A pesar de que Bogotá, la capital del país, así como otras ciudades, se han vuelto lo suficientemente seguras y prósperas como para que sea posible olvidar por un tiempo las cuatro décadas de conflicto civil, Buenaventura es otra historia.

Los asesinatos en esta ciudad de cerca de 300 mil personas aumentaron 30% el año pasado, hasta alcanzar la cifra de 408, lo que coloca al puerto con el nivel más alto de homicidios del país: 144%, siete veces más que la tasa en Bogotá y cuatro más que en Medellín. Además, este año, de acuerdo con la policía, 222 personas han sido asesinadas en el puerto.

La gran mayoría de los asesinatos son producto del conflicto territorial sobre el control de los barrios bajos de la ciudad, kilómetros de chozas de madera construidas en pilotes sobre el mar. Según oficiales policiales y navales, de estos improvisados puertos parten hacia el norte rápidos botes con cocaína. La geografía de Buenaventura, crucial para conectar a Colombia con el flujo
global de comercio, también es estratégico para los narcotraficantes.

A pesar de haber recibido esta década de Estados Unidos más de 5 mil millones de dólares en ayuda contra las drogas y contra la insurgencia, lo que convierte a este país en el receptor más grande de ayuda de EU en el hemisferio, Colombia sigue siendo el productor más grande de cocaína y abastece 90% de la cocaína que consumen los estadounidenses.

Los narcotraficantes, los rebeldes y las bandas paramilitares atraen a los moradores de los barrios bajos de Buenaventura para que se conviertan en sus soldados de a pie.

La policía afirma que muchos de los combatientes que están del lado de los rebeldes pertenecen al Frente Urbano Manuel Cepeda Vargas, una célula de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que tiene su base en Cali y se opone a las Autodefensas Campesinas del Pacífico, compuesto principalmente por ex paramilitares.

Lucha por las drogas

"Esta lucha no es sobre ideología", dijo Antero Viveros, líder de un grupo comunitario en Llegaras, un barrio bajo controlado por las guerrillas. "Es sobre drogas, con miembros de grupo matando a los de otro".

A pesar de ser la ciudad más peligrosa de Colombia, la gente que se ha visto desplazada por la lucha en la provincia aún ve Buenaventura como un refugio.

Cerca de 42 mil refugiados llegaron aquí desde 1998, la mayoría afro-colombianos provenientes de las áreas rurales, de acuerdo con el gobierno federal, que alimentan las filas de los más pobres.

"Si tienes hambre, haces lo inimaginable para sobrevivir", dijo Fernando Núñez, un residente de Lleras que vive de reparar teléfonos celulares.

El presidente Álvaro Uribe ha criticado duramente la violencia en esta zona y a principios de año mandó nuevos comandantes de la policía y la marina. Cerca de dos mil soldados y oficiales policiales, quienes usan uniformes de combate y cargan armas semiautomáticas, patrullan Buenaventura.

Con todo, los críticos sostienen que por mucho tiempo las autoridades han negado los problemas de Buenaventura, en parte porque los afro-colombianos reciben poca atención federal.

Las organizaciones no gubernamentales estiman que este sector representa la cuarta parte de la población del país, ubicada en 44 millones de habitantes. De hecho, más de 80% de los residentes de Buenaventura son negros.

Este mes, cuando el presidente eligió a Paula Marcela Moreno Zapata como ministra de Cultura, fue la primera vez que un afro-colombiano ascendió a una posición de gabinete en la historia del país. Sin embargo, los politólogos y los grupos de defensa de los negros dicen que la designación fue en parte para apaciguar a los demócratas en Washington que se quejan de la exclusión racial en Colombia, mientras consideran un acuerdo de libre comercio.

"La guerra en Buenaventura no va a terminar por las acciones simbólicas provenientes de Bogotá", dijo Rosaliano Riascos, nativo de Buenaventura que lidera un grupo de defensa de los negros en Bogotá. "Buenaventura es tierra de nadie".

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