miércoles, 21 de noviembre de 2007

Las águilas negras apunta a los jóvenes

Las águilas negras apunta a los jóvenes

Los nuevos grupos paramilitares están disputándose el control de actividades ilegales como expendios de alucinógenos, casas de prostitución, tráfico de armas y droga a través de la frontera. El caso de lo que ocurre en Cúcuta se puede replicar peligrosamente en el resto del país.
Por Agencia de Prensa IPC
En los barrios de Cúcuta y en algunos municipios vecinos a la capital nortesantandereana, los jóvenes corren riesgos si llevan el cabello largo, están tatuados o se adornan con piercing y si están en las calles después de las 10 de la noche. Sobre ellos vuelan las Águilas Negras, un grupo armado emergente asociado al paramilitarismo que ejerce estricto control social desde comienzos de este año.

Quienes se atreven a hablar de la situación, la califican como una “bomba de tiempo” a punto de estallar. Y es que al “sobrevuelo” constante de las Águilas Negras se le suman el incremento de los asesinatos por sicariato y las denuncias reiteradas de organizaciones defensoras de derechos humanos sobre casos de reclutamiento de jóvenes.

Cifras oficiales demuestran que Cúcuta experimenta un aumento en los homicidios, al pasar de 259 entre enero y septiembre de 2006 a 327 en el mismo período de este año, situación que no se registraba desde el año 2002, época en que los bloques Catatumbo y Frontera de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) incrementaron su accionar en el oriente del país.

Para diversas organizaciones no gubernamentales nortesantandereanas, el incremento de muertes violentas coincide con la aparición de nuevos grupos emergentes como las denominadas ‘Águilas Negras’, que estarían disputándose el control de actividades ilegales como expendios de alucinógenos, casas de prostitución, tráfico de armas y droga, a través de la frontera, con pequeños grupos delincuenciales y mandos medios desmovilizados de las AUC.

La lista negra

La presencia de las llamadas Águilas Negras ya había sido advertida a mediados del presente año, cuando hicieron circular una ‘lista negra’ en varios barrios de la ciudadela Juan Atalaya, como Belén, Barrio Nuevo, Camilo Daza y Cuberos, a través de la cual anunciaban el inicio de un gran campaña de ‘limpieza social’.

Varios de los allí señalados debieron abandonar sus hogares. Los que quedaron simplemente acataron las órdenes tácitas que impuso el nuevo grupo armado ilegal. Toques de queda, principalmente para los más jóvenes, cobros a comerciantes y habitantes por concepto de vigilancia y un silencio generalizado constituyen el pan de cada día en los barrios de la populosa ciudadela, localidad compuesta por más de 140 barrios y donde habitan cerca de 350.000 personas.

“Ellos son los que vigilan que nadie robe ni consuma vicio en las calles. A los pelados les dicen que es mejor que no estén tarde en la noche porque, como dicen ellos: ¿qué tiene que hacer un pelado de bien después de las 10 de noche en la calle?”, responde un habitante de Barrio Nuevo, en pleno corazón de la Comuna 9, al ser consultado por la Agencia de Prensa IPC sobre la presencia de las llamadas Águilas Negras.

Frontera caliente

Situaciones semejantes se viven también en municipios del área metropolitana como Villa del Rosario. En la Parada, pleno sector fronterizo con Venezuela, las intimidaciones son aun más severas, al punto de que una organización que adelantaba trabajo con la comunidad debió suspender sus procesos comunitarios debido a un delicado incidente.

“Un día llegamos al salón donde hacíamos el trabajo con la comunidad y las paredes estaban pintadas con letreros que decían: ‘fuera sapos de aquí’. Decidimos parar el proceso por un tiempo para no poner en riesgo a nuestros funcionarios”, dijo el líder social, quien no quiso dar más detalles al respecto.

La población juvenil vive su propio calvario. En julio pasado, ‘Jota’, un joven de 19 años de la localidad, recibió fuertes amenazas por parte de las Águilas Negras, que lo acusaron de drogadicto debido a su apariencia personal, en la que sobresale el pelo largo, los tatuajes en ambos brazos y los piercing que lleva en orejas y cejas.

‘Jota’ debió salir de la ciudad, junto con varios amigos suyos sobre los que pesaba la misma amenaza. Hace pocos días él regresó a su casa, pues, como él mismo dice: “yo no he hecho nada malo”; sin embargo, afirma que su vida ya no es la misma.

“Mis amigos no quieren volver porque les da miedo. Yo salgo poco, me tocó cambiar de ‘look’ para evitar problemas y me siento sólo en mi propia tierra”, relata.

El tesoro en disputa

Norte de Santander se ha convertido en un fortín para las Águilas Negras, grupo emergente surgido luego de la desmovilización del Bloque Catatumbo, comandado por el ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso. Diversas investigaciones señalan que sólo en este departamento está integrado por más de 300 hombres, un buen porcentaje de los cuales tiene asiento en los barrios de Cúcuta, sobre todo en la ciudadela Juan Atalaya.

Para algunos investigadores sociales consultados por la Agencia de Prensa IPC, la presencia cada vez más fuerte de este grupo armado ilegal en la capital nortesantandereana podría responder a un factor estratégico: recuperar el corredor natural El Catatumbo-Cúcuta-Venezuela, utilizado por los hombres de Mancuso como fuente inagotable de financiación.

Desde finales de la década de los 90, los hombres del Bloque Catatumbo consolidaron una fuerte red de narcotráfico que iniciaba con el dominio sobre los cultivos de hoja de coca ubicados en municipios como El Tarra, Teorama, La Gabarra y Tibú; pasando por el control sobre la vía que une a dichos municipios con la ciudad de Cúcuta y de ésta con las localidades de Ureña, Capacho y San Antonio del Táchira, en Venezuela, hasta donde llegaba la droga para ser enviada a las Antillas caribeñas, Estados Unidos y Europa.

La misma ruta fue utilizada para el transporte de armas procedentes del vecino país. Además, los paramilitares llegaron a controlar actividades económicas tan importantes como el cambio de divisa (bolívares, pesos colombianos y dólares) y el comercio de gasolina.

En una ciudad como Cúcuta, la venta de gasolina al menudeo a través de las famosas ‘pimpinas’ puede significar ingresos superiores a 100 millones de pesos diarios, si se tiene en cuenta que un galón de gasolina en Venezuela cuesta alrededor de 350 pesos colombianos, y ésta se comercializa en las calles entre 3.500 y 4.000 pesos.

“Era un negocio redondo. Les entraba plata por todos lados”, explica Gerardo Rincón, presidente del Comité Permanente para los Derechos Humanos de Norte de Santander, quien no duda en afirmar que el recrudecimiento de la violencia en la capital nortesantandereana obedezca a disputas por el control de ese “gran tesoro” entre mandos medios que quedaron como “cabos sueltos” luego de la desmovilización del Bloque Catatumbo, y las llamadas Águilas Negras.

Presencia extraña

Los hechos así parecen confirmarlo. Según Rincón, en los últimos meses se ha registrado un alto número de asesinatos de desmovilizados de las AUC en extrañas circunstancias. Paralelo a esto, líderes de Tibú y La Gabarra vienen denunciando la llegada de hombres de Antioquia, que están copando territorios y negocios (como el control de los cultivos de coca) que antes eran de las AUC.

Los mismos líderes han denunciado el reclutamiento de jóvenes, bien para trabajar como raspachines o bien como informantes. “Hay mucha gente que viene de Tarso, Ituango y Támesis. A los pelados les están ofreciendo trabajo como raspachines y varios me han dicho que les están dando celulares de gama alta, y que les pagan 5.000 pesos por foto que tomen de gente extraña”, relata una fuente consultada por la Agencia de Prensa IPC.

Ahora, ¿por qué la preocupación entre los habitantes de Cúcuta por lo que suceda en el Catatumbo? En Juan Atalaya saben que esa es la puerta de entrada a la capital y de ahí a la Costa Norte y el interior del país, lo que significa que los nuevos grupos armados ilegales no vacilarán en someter a fuerzas contrarias, como ocurrió en el pasado para no perder su dominio.

En Juan de Atalaya aún recuerdan la lucha frontal que libraron milicias de la guerrilla y grupos paramilitares, entre los años 2000 y 2002, que causó gran afectación entre la población civil. De ahí que cada día sea aún mayor la preocupación por lo que ocurre en la actualidad, pues no quieren el retorno de aquellos días amargos.



Agencia de Prensa IPC

Medellín, Colombia

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