Mi hermano y yo
Tras el escándalo de su hermano, Fabio Valencia, el ministro de Interior y de Justicia, enfrenta el dilema de renunciar, como la 'Conchi', o quedarse, como el general Óscar Naranjo, quienes sufrieron situaciones similares. ¿A cuál caso se parece?
Fecha: 08/23/2008 -1373
Hace dos meses Fabio Valencia Cossio no se cambiaba por nadie. El presidente Álvaro Uribe por fin le había cumplido la promesa de nombrarlo ministro de Interior y de Justicia. Había esperado tres años.
Con el ímpetu de un primíparo estrenando puesto, Valencia se puso a la tarea de recuperar el tiempo perdido: buscó bajarle la temperatura a la pelea con la Corte Suprema, consolidar las mayorías del gobierno en el Congreso y anunció dos reformas constitucionales -una política y otra de justicia- que, en sus palabras, serían trascendentales. Valencia aspiraba a dejar una marca indeleble en su paso por el ministerio político por excelencia. Y aunque el camino ha sido tortuoso -ninguno de sus objetivos se ha concretado-, en los mentideros políticos se le reconocía por lo menos el nuevo aire que le había dado al cargo.
El pasado jueves 21 de agosto ese sueño se convirtió rápidamente en una pesadilla. En un artículo de portada, la revista Cambio publicó varios textos de conversaciones entre Guillermo Valencia Cossio, hermano del ministro y entonces director seccional de fiscalías de Medellín, y Juan Felipe Sierra, presunto narcotraficante. Dada la gravedad de las grabaciones -insinúan una relación muy estrecha entre un delincuente y un funcionario judicial-, el fiscal general, Mario Iguarán, destituyó a Valencia (ver siguiente artículo).
Aunque María Consuelo Araújo no tenía nada que ver con la parapolítica, las acusaciones contra su hermano, el senador Álvaro Araújo, la obligaron a renunciar a la cancillería El general Óscar Naranjo puso la cara al país cuando se conoció la detención de su hermano en Alemania por posesión de droga en mayo de 2006
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Casi de inmediato, voceros de la oposición como Gustavo Petro, del Polo Democrático Alternativo, y Cecilia López, del Partido Liberal, empezaron a clamar por la renuncia del ministro. Se les unió, curiosamente, la otrora estrella resplandeciente del uribismo y hoy voz disidente de la coalición de gobierno, la senadora Gina Parody. Todos coincidieron en que Valencia debía dimitir porque no tendría presentación un ministro de justicia con un hermano en la Fiscalía presuntamente involucrado en actividades delictivas. El Partido Conservador, del cual Fabio Valencia Cossio es uno de sus más connotados dirigentes, salió rápidamente a respaldar al Ministro, con la justificación de que: "las responsabilidades penales son individuales". En un comunicado de cuatro puntos, Valencia expresó su "dolor de hermano" por los hechos y su apoyo a las autoridades judiciales que adelantan la investigación. El viernes dijo que no se va.
No es fácil el dilema del Ministro. No es el primer alto funcionario del Estado en enfrentar la tragedia de tener a un familiar con problemas judiciales. En los últimos dos años, la entonces canciller, María Consuelo Araújo, y el hoy director de la Policía, Óscar Naranjo, vivieron el mismo trauma. La primera tuvo que renunciar y el segundo no. El gran interrogante es cuál de estos dos casos se parece al de Valencia.
Paradójicamente, el general Naranjo y el ministro del Interior tienen algo más en común: la investigación contra el fiscal Valencia es parte de un proceso más grande, que se abrió tras la detención de Juan David Naranjo en Alemania, en mayo de 2006, por posesión de drogas. Cuando se conoció la noticia de la captura de su hermano menor, Naranjo, en ese entonces director de la Dijín, le puso la cara al país y recibió el total respaldo de sus superiores y del Presidente. Pocos pidieron su cabeza; un reflejo del reconocimiento al general por sus años de lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico. Hasta el gobierno de Estados Unidos le dio la mano. Un año después, fue nombrado director de la Policía, señal inequívoca de que la situación de su hermano había sido aceptada como un hecho aislado y ajeno a su control.
No le ocurrió igual a María Consuelo Araújo. La 'Conchi' se vio obligada a renunciar al Ministerio de Relaciones Exteriores, luego de que su hermano, el senador Álvaro Araújo, fue llamado a indagatoria por presuntos vínculos con los paramilitares al mando de 'Jorge 40'. Lo hizo a pesar de que nadie, incluidos los opositores más radicales del gobierno, dudó de la inocencia de la Canciller en todo este episodio. Pero infortunadamente -y así lo comprendió ella-, su permanencia en el gabinete era insostenible, y más cuando los ojos del mundo estaban clavados en Colombia por el escándalo de los nexos entre paramilitares y políticos. No podría ser, como Canciller, la principal vocera del país una persona cuyos familiares enfrentaban un proceso judicial de esa naturaleza. Era un pierde-pierde tanto para ella como para el gobierno.
¿A Fabio Valencia se le debe aplicar el perdón y olvido de Naranjo o la injusta pero necesaria renuncia de la 'Conchi'? Al igual que el director de la Policía y la ex canciller, el Ministro no tiene la culpa de que uno de sus hermanos esté en el ojo del huracán. Las comprometedoras grabaciones implican sólo al fiscal Valencia Cossio y no al ministro Valencia Cossio. Aunque las conversaciones son explosivas, aún no han sido valoradas por la justicia. Guillermo León Valencia insiste que se han tomado "fuera de contexto". El problema, sin embargo, es su interlocutor: un hombre que presuntamente trabaja para la red del narcotraficante y paramilitar Daniel Rendón Herrera, 'Don Mario' que, según las autoridades, es uno de los nuevos grandes capos del país.
Es precisamente ese hecho -que su pariente andaba hablando con una organización delictiva de ese calibre- lo que tiene en aprietos al Ministro de Interior y de Justicia. No hay que olvidar que una de sus principales funciones es dirigir la política criminal del Estado. Y, a diferencia de Naranjo, cuyo hermano vivía desde hace varios años en el exterior y era un ciudadano común y corriente, el de Fabio Valencia era un funcionario judicial en su natal Medellín. Es la misma situación en que se encontraba María Consuelo Araújo cuando estalló la para-política en su grupo familiar; su hermano Álvaro era un senador muy reconocido.
En la Colombia de hoy, estar relacionado con un narcotraficante es grave, pero ser vinculado a un narco-paramilitar es aun peor. Tal vez por eso, el director de la Policía pudo sortear lo de su hermano; más aun porque Juan David Naranjo era un eslabón menor dentro de una organización criminal.
Valencia no enfrenta esa situación. Como en el caso de la 'Conchi', las acusaciones contra su hermano son de gran calibre. De implicaciones nacionales e internacionales. Todo lo que huele a paramilitar, política e infiltración criminal del Estado se sigue muy de cerca en el exterior. Para la muestra un botón; esta semana llega Luis Moreno Ocampo, el fiscal de la Corte Penal Internacional, quien recientemente le preguntó al gobierno colombiano sobre estos temas.
Fabio Valencia Cossio ha ganado mil y una batallas en sus décadas de accionar político. Sabe que después de la tormenta, siempre viene la calma. Y también es consciente de que el mejor seguro para quedarse en un cargo en la administración Uribe es que la oposición pida su cabeza. La pregunta es si realmente piensa que después de este escándalo podrá alcanzar los ambiciosos propósitos que ideó durante esos años en la embajada de Colombia en Roma y como consejero para la Competitividad en Palacio, cuando esperaba ansioso la llamada del Presidente para que asumiera como ministro del Interior y de Justicia. Y si genuinamente cree que su reforma a la justicia tendrá futuro con él como cabeza de playa del gobierno ante el Congreso y la Corte Suprema.
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sábado, 30 de agosto de 2008
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